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En la primera parada a través de la Teoría Política debemos hacer la primera obligada en Grecia… ¿Y si para gobernar hiciera falta un título, no de nobleza, sino de sabiduría? ¿Y si la justicia no fuera un conjunto de leyes, sino el equilibrio de una sociedad donde cada uno cumple su función?

Hace más de 2000 años, un pensador ateniense, discípulo de Sócrates y maestro de Aristóteles, se planteó estas preguntas y esculpió un nombre que perdura en la eternidad de la cultura y la historia de la filosofía política. Su nombre era Platón, y su obra es el punto de partida de toda la teoría política occidental. Marcado por la inestabilidad y la decadencia de la democracia de su tiempo, dedicó su vida a una búsqueda obsesiva: diseñar la República ideal, un Estado perfectamente justo y estable. Este artículo se adentra en la vida, las obras y las ideas revolucionarias de Platón.



Biografía y Contexto Político

Para entender el pensamiento político de Platón (c. 427-347 a.C.), es imprescindible mirar a la Atenas que le tocó vivir: una ciudad sumida en una profunda crisis política y moral. Perteneciente a una familia aristocrática, su juventud estuvo marcada por la desastrosa Guerra del Peloponeso, que culminó con la derrota de Atenas y el fin de su hegemonía. Esta experiencia le generó una profunda aversión por la democracia ateniense, a la que consideraba ineficaz, violenta e incompetente (Sabine, 2009).

Su desconfianza se convirtió en un rechazo frontal en el año 399 a.C., cuando el gobierno democrático restaurado condenó a muerte a su maestro y amigo, Sócrates. Para Platón, este acto fue la prueba definitiva de que la democracia era un sistema corrupto, donde la opinión ignorante de la masa prevalecía sobre la sabiduría.

Este evento traumático le llevó a abandonar cualquier ambición política personal y a dedicar su vida a la filosofía, con un objetivo claro: encontrar una forma de gobierno inmune a los defectos de la política de su tiempo. Fruto de este esfuerzo fue la fundación de la Academia, una escuela destinada a formar a una nueva élite de gobernantes-filósofos que, armados con el conocimiento verdadero, pudieran construir un Estado justo.

Las Obras Clave de su Pensamiento Político

El núcleo de la teoría política de Platón se encuentra en tres grandes diálogos, escritos en diferentes etapas de su vida, que reflejan la evolución de su pensamiento comenzando con un idealismo más puro, fruto de su juventud, y finalizando con un pragmatismo más “agrio” y crítico en su etapa más madura.

La República

Escrita en su madurez, La República es su obra más célebre y la piedra angular de su filosofía política. En ella, Platón emprende una búsqueda de la definición de «justicia» que le lleva a diseñar, a modo de modelo teórico, una República ideal. Este Estado perfecto estaría gobernado por una élite de «filósofos-reyes», los únicos capaces de acceder al conocimiento del bien y la verdad.

Es una obra radicalmente idealista que propone una sociedad estratificada y un sistema educativo riguroso como pilares del orden político. Como se puede entrever, su profunda crítica a la democracia lo hacía decantarse por modelos políticos oligárquicos dónde el centro del poder político dependiese de esta élite de “filósofos-reyes” educados en el arte del buen gobierno.

El Político

En El Político, Platón marca un punto de inflexión, abandonando en parte el idealismo de La República para adoptar un enfoque más pragmático. Aunque sigue defendiendo que el gobierno perfecto sería el del sabio que no necesita leyes, admite que tal gobernante no existe en la práctica. Por ello, concluye que el sometimiento a la ley se convierte en el criterio fundamental para diferenciar los buenos de los malos gobiernos. A partir de esta idea, y combinándola con el número de personas que gobiernan, establece su famosa clasificación de los regímenes políticos:

  • Formas Correctas (con ley):
    • Monarquía: El gobierno de uno, sujeto a la ley. Es la mejor para Platón de las formas correctas.
    • Aristocracia: El gobierno de unos pocos (los mejores), sujeto a la ley.
    • Democracia moderada: El gobierno de la multitud, sujeto a la ley.
  • Formas Corruptas (sin ley):
    • Tiranía: El gobierno de uno, sin sujeción a la ley. Es la peor de todas las formas de gobierno.
    • Oligarquía: El gobierno de unos pocos (los ricos o una clase social), sin sujeción a la ley.
    • Democracia extrema: El gobierno de la multitud, sin sujeción a la ley. Es la «menos mala» de las formas corruptas.

Esta jerarquía se explica porque, para Platón, un gobierno con poder concentrado (monarquía) es el más eficiente para hacer el bien si se rige por la ley, pero también el más terrible para hacer el mal si actúa sin ella (tiranía). Por el contrario, en la democracia, al estar el poder diluido entre muchos, su capacidad tanto para el bien como para el mal es menor.

Las Leyes

Es su última y más extensa obra, escrita en la vejez. En Las Leyes, Platón parece haber abandonado la esperanza de encontrar al filósofo-rey y propone un «segundo Estado en orden de bondad». En esta República más realista, el soberano no es el conocimiento del filósofo, sino la ley. La obra es un detallado proyecto constitucional que regula todos los aspectos de la vida de los ciudadanos, desde el matrimonio hasta la educación, buscando crear un Estado estable a través de un sistema de gobierno mixto que combina elementos de la monarquía y la democracia.

Las Ideas Fundamentales de la Teoría Política de Platón

La teoría política platónica se articula en torno a una serie de ideas que han marcado todo el pensamiento occidental.

La Justicia como como orden social

Para Platón, la justicia no es un concepto legal, sino un principio de orden social. Un Estado justo es aquel en el que cada ciudadano y cada clase social cumplen la función para la que están naturalmente dotados. En su República ideal, la sociedad se divide en tres clases, que se corresponden con las tres partes del alma humana:

  1. Los Gobernantes (Filósofos-Reyes): Su virtud es la sabiduría, y su función es gobernar. Corresponden a la parte racional del alma.
  2. Los Guardianes (Auxiliares): Su virtud es el valor, y su función es defender el Estado. Corresponden a la parte ejecutiva del alma.
  3. Los Productores (Artesanos y Agricultores): Su virtud es la templanza, y su función es proveer los bienes materiales. Corresponden a la parte apetitiva del alma.

La justicia, por tanto, es la armonía que resulta cuando cada parte cumple su tarea sin interferir en la de las demás.

La virtud del Filósofo-Rey

Esta es, sin duda, la idea más famosa y controvertida de Platón. Sostenía que el arte de gobernar es una ciencia que requiere un conocimiento especializado y riguroso (es el primer contacto de un teórico con el afán de construir una “Ciencia Política”). Solo aquellos que, a través de una larga y ardua educación en la filosofía y las matemáticas, han logrado contemplar el «mundo de las Ideas» (la verdadera realidad, eterna e inmutable) y, en última instancia, la Idea del Bien, están capacitados para gobernar.

Para asegurar que estos gobernantes no se corrompan, Platón propone para ellos un modo de vida comunista radical: no tendrán propiedad privada ni familia propia, vivirán en comunidad y sus necesidades serán cubiertas por el Estado. Así, libres de intereses personales, podrán dedicarse por completo al bien común.

La Crítica a la Democracia

La filosofía política de Platón es, en esencia, una respuesta a los fallos de la democracia ateniense. El problema fundamental de la democracia, para él, es la incompetencia. Si para curar a un enfermo buscamos a un médico y para construir un edificio a un arquitecto, ¿por qué para la tarea más compleja y vital de todas, gobernar el Estado, confiamos en la opinión de cualquiera? La idea de que un zapatero o un carpintero puedan tener una opinión válida sobre los asuntos de Estado le parecía tan absurda como dejar que los pasajeros dirijan un barco en medio de una tormenta en lugar del navegante experto.

Esta incompetencia se agrava por el papel de la opinión pública, a la que Platón despreciaba profundamente. En su célebre analogía, describe al pueblo democrático como una «grande y poderosa bestia», y al político democrático como su domador. Este político no guía a la bestia según un conocimiento del bien, sino que se limita a estudiar sus instintos y apetitos para aprender a halagarla y apaciguarla.

Lo que la bestia desea, él lo llama «bueno»; lo que le disgusta, lo llama «malo». La política democrática se convierte así en un arte de la adulación, no del gobierno. Es el triunfo de la retórica sobre la verdad, el dominio de los sofistas, capaces de persuadir a la masa pero ignorantes de la verdadera justicia.

Además, Platón sostenía que la democracia corrompe el carácter moral de los ciudadanos. El valor supremo de la democracia es la libertad, pero una libertad mal entendida como el «derecho a hacer lo que se quiera». Esto, argumentaba, conduce a una sociedad sin respeto por la autoridad, la experiencia o la ley.

Los hijos no respetan a los padres, los alumnos a los maestros, y los ciudadanos se burlan de los magistrados. Esta anarquía moral y social, esta búsqueda incesante del placer y la novedad, debilita al Estado desde dentro y lo deja vulnerable. Es un sistema intrínsecamente inestable que, según su teoría cíclica de los regímenes, degenera inevitablemente en su opuesto: la tiranía. El exceso de libertad conduce al caos, y el pueblo, desesperado por el orden, acaba entregando el poder a un demagogo que se erige como su «protector» para luego convertirse en su tirano (¿no te suena esto?).

En definitiva, Platón fue el primer pensador en abordar la política de forma sistemática y filosófica, y su influencia es incalculable. Aunque su propuesta de una República gobernada por una élite de sabios pueda parecernos hoy autoritaria y antidemocrática, las preguntas que planteó siguen teniendo un profundo calado en la opinión pública y en la teoría política contemporánea. ¿Quién debe gobernar? ¿Qué papel debe jugar el conocimiento en la política? ¿Cómo se consigue un Estado justo? ¿Cuál es la mejor forma de educar a los ciudadanos?

Su desconfianza en la democracia y su apuesta por un gobierno de expertos resuenan en los debates actuales sobre la tecnocracia y los límites del populismo. Su idea de que la política debe aspirar a un ideal de justicia sigue inspirando a todos aquellos que creen que un mundo mejor es posible. Platón nos obliga a mirar más allá de la política del día a día, de la demagogia y los excesos del poder, y a imaginar cómo debería ser un Estado (o un político) perfecto. Y aunque su República ideal nunca haya existido, la búsqueda de ese ideal es, quizás, su legado más perdurable.


Preguntas Frecuentes (FAQ)

1. ¿Por qué odiaba Platón la democracia?

Su rechazo a la democracia tiene dos raíces principales. Primero, la experiencia histórica de la ineficacia y la inestabilidad de la democracia ateniense, que culminó con la condena a muerte de su maestro Sócrates. Segundo, su teoría del conocimiento: creía que gobernar era una ciencia que requería sabiduría, y la democracia, al dar el poder a la opinión de la mayoría no preparada, era el gobierno de la ignorancia.

2. ¿Qué es exactamente el «filósofo-rey»?

El filósofo-rey no es un tirano, sino un gobernante cuya legitimidad proviene de su conocimiento superior de la verdad y la justicia. Según Platón, es un individuo que ha pasado por décadas de una rigurosa educación física, matemática y filosófica para acceder al mundo de las Ideas. Además, vive sin propiedades ni familia para evitar la corrupción y gobernar buscando únicamente el bien común.

3. ¿Qué diferencia hay entre lo que Platón propone en La República y en Las Leyes?

La República describe el Estado ideal, absolutamente perfecto pero probablemente inalcanzable, donde gobierna la sabiduría de los filósofos sin necesidad de leyes. Las Leyes, escrita en su vejez, presenta un Estado «segundo en orden de bondad», más realista y práctico, donde el soberano no es el filósofo, sino un cuerpo de leyes detallado y rígido que todos, incluidos los gobernantes, deben obedecer.

4. ¿La sociedad ideal de Platón era comunista?

Sí, pero solo para las clases gobernantes (gobernantes y guardianes). Platón proponía que esta élite viviera en un régimen de comunidad de bienes y de familia, sin propiedad privada, para que no tuvieran intereses personales que los distrajeran del bien del Estado. Sin embargo, la clase productora (artesanos, agricultores) sí tendría derecho a la propiedad privada y a la familia.

5. ¿Qué es la «Idea del Bien» y por qué es tan importante en la teoría política de Platón?

En la filosofía de Platón, la Idea del Bien es la forma suprema en el mundo de las Ideas, la causa de toda la existencia y de todo el conocimiento. Es la verdad última. Para su teoría política, es fundamental porque solo el gobernante que ha llegado a contemplar la Idea del Bien (el filósofo-rey) puede saber qué es verdaderamente bueno y justo para el Estado y, por tanto, es el único legitimado para gobernar.


Referencias

Sabine, G. H. (2009). Historia de la Teoría Política. 3ªEdición. México. Fondo de Cultura Económica

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Santi Hernandez

Politólogo y divulgador científico. Creador de Política (con)ciencia

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