¿Es la política una ciencia?

El concepto de ciencia abarca diferentes tipos de disciplinas, las cuales poseen un atributo fundamental en común – el de seguir y respetar las bases del método científico. ¿Pero, en qué consiste este método? Pues – centrándonos en su descripción más elemental– en la aplicación objetiva de las siguientes pautas: observación, planteamiento, formulación de una hipótesis, puesta a prueba de la hipótesis a través de experimentos, y la construcción de modelos que, usando la información obtenida en los previos pasos, repliquen y/o ayuden a predecir el elemento que se encuentra bajo estudio.

       Al hablar sobre ciencia, es comprensible que la primera imagen que se nos venga a la cabeza sea la de un laboratorio, un microscopio, el universo, un desafortunado anfibio en un aula de high school americano, etc. Uno rara vez piensa en un político cuando se discute este tema – a no ser que venga este pensamiento acompañado de un “estos políticos no tienen ni (expletivo) idea de ciencia”, o afirmaciones de similar carácter. A pesar de ello, es de sobra conocido que la política es una disciplina que forma parte de las ciencias sociales. Puesto que la palabra ‘ciencia’ está presente en el marco de teórico de la política, es menester intentar comprender el por qué.

¿Qué es la Política?

Responder a esta pregunta requiere abandonar todo tipo de prejuicios y dejar en un segundo plano a aquellos que la ejercen – conformémonos, para lo que nos atañe, con una sucinta definición. Para ello, me contento con citar a Medina (2020, pp. 31-33) – tal y como lo hizo Santiago Hernández en esta web (Julio de 2024) – y describir la política como “el conjunto de actividades asociadas con la toma de decisiones en grupo (…), concepto [que incluye] una variedad de métodos, desde la promoción de opiniones hasta la negociación y la implementación de leyes.” ¿Entra esta descripción en el método científico? He de confesar que me inclino a ofrecer una respuesta negativa, y me esforzaré, en la medida de lo posible, en extender a la lectora una justificación que sostenga este pensamiento.

Dependencia

Una de las razones por las cuales considero que la política no encaja dentro de un marco científico, es su dependencia del ámbito social y el período en el que se encuentre. Vallès, defendiendo la posición de que la política es ciencia, comenta lo siguiente:

En el mundo medieval (…) la atención a la política estuvo condicionada por la hegemonía del pensamiento cristiano sobre la moral y la ley (…) El Renacimiento descubrió el mundo clásico grecorromano (…) Esa dependencia de la reflexión política respecto de la religión y la moral se debilitó gradualmente (…) los imperativos de la política ya no podían supeditarse a criterios religiosos o éticos: necesitaban su propia justificación. Por ello se plantearon de nuevo algunas preguntas sin recurrir ya a las respuestas que habían dado hasta entonces la teología o la filosofía moral: ¿cómo se explica la aparición de la autoridad?, ¿por qué se acepta la obligación política?, ¿hay límites que el titular del poder debe respetar?, ¿qué formas de organización política son las más eficientes? (2000, p. 54).

       Se puede inferir de este análisis que la política no se puede entender excluyendo agentes externos que nada deberían de tener que ver con la misma. Cuando se supone que esta ‘intrusión’ se identifica como inadecuada, se ponen encima de la mesa una serie de preguntas de valor, y de esta forma se cumplen la observación y planteamiento que caracterizan al método científico. Probemos a formular una hipótesis con la intención de responder a la cuestión de si existen o no límites que el “titular del poder debe respetar”. Ocupémonos de esta pregunta adentrándonos en el pasado.

El límite del poder

Es el año 1460, y el imperio Otomano intensifica considerablemente sus incursiones en Valachia (actualmente sur de Rumanía). Vlad Tepes Draculea, príncipe de dicho estado, ve como su territorio se ve amenazado por un rival cuya supremacía militar no tiene igual; ante ello, elige el miedo como táctica disuasoria – los soldados turcos que hayan sido capturados, tanto en escaramuzas como en batalla, han de ser empalados de forma que la estaca entre por el ano y les salga por la boca. La disposición de este macabro escenario ha de ser tal que, para cuando el enemigo vuelva a iniciar otra ofensiva, sea forzoso testigo del destino sufrido por aquellos que osaron llevar a cabo la misma intención invasora. No es de extrañar que, ante la presencia de tan antipático paisaje, la moral del ejército agresor se viese afectada, apoderándose el miedo de la mente del soldado y minimizando su capacidad de ofrecer una ofensiva eficaz.

       La medida tomada por Vlad Tepes es manifiestamente vil e inhumana. Sin embargo, bajo mi punto de vista, no existe método objetivo y universal que permita demostrar si dicha acción representa o no un límite excedido por aquel que ostenta el poder. Mi opinión es que sí, lo sobrepasa y de manera más que generosa, pero ¿cuál hubiese sido el juicio de aquellos campesinos que veían como sus cosechas y viviendas eran quemadas, sus seres queridos asesinados, y su futuro relegado a la mendicidad? Es posible, sino probable, que viesen esta política de un modo más amigable.

      Se puede estudiar la forma en el que se llegan a tomar dichas decisiones políticas de manera científica, pero el objeto de estudio es cambiante, vasallo del tiempo y condición social de la que forma parte. No hay forma de demostrar si, dentro del contexto y época en la que se encontraba Vlad Tepes, su método – repugnante e inadmisible – sobrepasaba la prerrogativa del gobernante.

Independencia del cambio

Es legítimo y comprensible que la lectora considere que estoy siendo un tanto injusto, al fin y al cabo, ¿no han fluctuado también ideas, teorías, e interpretaciones dentro del campo de las ciencias naturales? Desde luego. Pongamos como ejemplo la teoría de la gravedad descubierta por Isaac Newton, la cual nos dice que cada cuerpo – sean astros celestiales, o cualquier otro elemento poseedor de masa – ejerce una fuerza de atracción para con otro, disminuyendo dicha fuerza de atracción (gravedad) de manera inversamente proporcional al cuadrado de la distancia que los separa. De este modo, Newton concluyó que le misma fuerza responsable de que una manzana cayese, era la que hacía que la tierra girase alrededor del sol.

       Estos cálculos son todavía correctos en gran medida, y sirven para describir con bastante precisión fuerzas de atracción como las descritas en el anterior párrafo. Pero la teoría no es acertada, al menos no del todo. Por ejemplo, esta no era capaz de predecir con exactitud la órbita de Mercurio – aquí es donde entra Albert Einstein con su teoría de la relatividad general. Einstein modifica la teoría de Newton: no es que las ‘cosas’ se atraigan las unas a las otras, sino que toda materia deforma la fábrica del espacio-tiempo (Clegg, 2018, p. 29). De esta manera, la línea geodésica[1] del objeto en cuestión se curva – esto es lo que da lugar a las órbitas planetarias.

       No hace falta ser demasiado perspicaz para darse cuenta de que el cambio sufrido en la teoría de la gravedad no dependió de ningún factor social, sino de una mejor comprensión e interpretación del mundo natural. Fue una mejora sobre el conocimiento de algo que ya existía mucho antes de que el ser humano le hubiese puesto nombre. Vallès es poco riguroso (y no ofrece ejemplos) al asegurar que “lo que fue ciencia para Galileo y para Newton (…) dejó de serlo para Planck, Einstein o Prigogine” (2000, p. 63). Esto es rotundamente falso – tanto las enseñanzas y descubrimientos de Galileo como las de Newton, surgieron gracias al riguroso método científico descrito con anterioridad. El hecho de que dichas teorías hayan sido modificadas, no indica – ni infiere – que no se hayan descubierto en su momento gracias al método científico.

Conclusión

Mi intención está decididamente alejada y opuesta a la de intentar despreciar el estudio de las humanidades, o de relegarlas a un nivel de importancia menor en el ámbito intelectual. La política puede, y debe, ser estudiada usando el método científico, pero eso no la convierte en ciencia. Lo que hoy se entiende por justo y razonable, se verá en un futuro no muy lejano como algo estúpido y abyecto. Se puede explicar de manera científica por qué hoy en día se le otorga diferente valor a los asuntos de tipo social del que se daba cien años atrás, pero dichos valores son y fueron creaciones artificiales, cuya función es la de organizarnos como sociedad. La ciencia simplemente existe con o sin nosotros. Esta será la misma hoy que dentro de cien mil millones de años, independientemente de los errores que cometamos en el camino a la hora de descubrirla.

 Referencias

  • Cazorla Pérez, J. (2008) Manual de introducción a la Ciencia Política. Granada: Fundación Núcleo de ESCO.
  • Clegg, B. (2018) Gravitational Waves. London: Icon Books Ltd.
  • Medina, J.M. (2020) Manual de Ciencia Política (2 edición.). Eudeba.
  • Vallès, J. M. (2020) ¿Para qué servimos los politólogos? Los libros de la Catarata.

[1] Línea que describe el camino más corto entre dos puntos – un círculo en una esfera, y una línea recta en un plano.

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