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Movimientos Sociales en Internet: Ciberactivismo y las Nuevas Redes de Poder

los movimientos sociales e internet en la percepción humana

La revolución digital está transformando el escenario político global, dando lugar manifestaciones de la acción colectiva y de contestación al poder en otros campos. Internet y las redes sociales se han consolidado no solo como herramientas de comunicación, sino como auténticos campos de batalla donde se libran disputas ideológicas y se organizan resistencias. En este contexto, el ciberactivismo ha emergido como una fuerza capaz de desafiar las estructuras de poder tradicionales, pero también como un fenómeno que plantea nuevos interrogantes sobre la democracia, la participación y la cohesión social. Este artículo analiza cómo los movimientos sociales utilizan el espacio digital para construir contrapoder, cómo esto se relaciona con la crisis de la representación política y qué significa para el futuro de la democracia representativa.



La Comunicación Política y las Redes de Poder

En la era digital, la comunicación política ha dejado de ser un proceso unidireccional controlado por las élites políticas y los medios de comunicación tradicionales. La irrupción de internet ha creado un nuevo «ecosistema informativo» (Salvador, 2013) donde el poder se encuentra más distribuido, pero también más disputado. Las redes sociales, en particular, se han convertido en «imperios de la mente», espacios donde se libra una «carrera despiadada por captar nuestra atención» (Salvador, 2013, p. 42).

Este nuevo escenario está marcado por varias tensiones. Por un lado, las plataformas digitales son propiedad de grandes corporaciones que operan bajo una lógica comercial, utilizando la «economía de la atención» para monetizar los datos de los usuarios. Por otro lado, estas mismas plataformas son utilizadas por los ciudadanos para informarse, debatir y organizarse políticamente. Esta dualidad convierte a las redes sociales en un campo de poder donde las estrategias de control y manipulación coexisten con las prácticas de liberación y empoderamiento. La revolución digital ha modificado radicalmente el sistema convencional de representación, exigiendo una nueva conceptualización del proceso de mediación social (Sierra-Caballero, 2018).

El Contrapoder Comunicativo a Través de las Redes de Resistencia y Cambio Social. Los Movimientos Sociales

Frente a las redes de poder dominantes, los movimientos sociales han encontrado en internet una herramienta fundamental para construir un contrapoder comunicativo. El ciberactivismo surge como una respuesta a la exclusión y la falta de representación en la esfera pública tradicional. Movimientos como el 15M en España o Yo Soy 132 en México son ejemplos de cómo la acción colectiva puede utilizar la «tecnopolítica» para «desestabilizar el monopolio de la representación de lo real» y disputar las narrativas dominantes (Sierra-Caballero, 2018, p. 981).

El concepto de Espacio Público Oposicional (EPO), propuesto por Oskar Negt, es particularmente útil para entender este fenómeno. El EPO es un dominio donde los grupos subalternos pueden dar forma a sus propias expresiones, intereses y aspiraciones, al margen de la esfera pública burguesa. Internet y las redes sociales, con su capacidad para facilitar la autoorganización y la comunicación horizontal, se han convertido en el principal vehículo para la construcción de estos espacios públicos oposicionales en la contemporaneidad (Sierra-Caballero, 2018). A través de ellos, los movimientos sociales no solo movilizan, sino que crean sus propios marcos de significado, sus estéticas de resistencia y sus formas de autogestión.

La Crisis de Representación Política. Atomización de los Espacios Colectivos

El auge del ciberactivismo está íntimamente ligado a la crisis de la democracia representativa. La desconfianza hacia los partidos políticos, los parlamentos y los medios de comunicación tradicionales ha llevado a muchos ciudadanos a buscar en la red canales alternativos de participación e información. Internet ofrece un espacio donde es posible eludir los filtros de las élites y conectar directamente con otros ciudadanos.

Sin embargo, esta misma dinámica puede llevar a una atomización de los espacios colectivos. La personalización de los flujos de información y la tendencia a interactuar en «burbujas» o «cámaras de eco» pueden fragmentar el debate público y dificultar la construcción de consensos amplios. Salvador (2013, p. 41) advierte que, aunque en la red se fraguan movimientos, también es un espacio de «manipulación diversa».

La crisis de representación, por tanto, encuentra en internet tanto una solución como un reflejo de sus propias contradicciones. Si bien las redes permiten a los ciudadanos autoorganizarse al margen de las estructuras tradicionales, también pueden reforzar la fragmentación social y dificultar la articulación de proyectos políticos transformadores a gran escala.

A pesar del riesgo de atomización, internet ha demostrado ser una herramienta extraordinariamente poderosa para la cohesión de los movimientos sociales. Las redes digitales permiten superar las barreras geográficas y temporales, facilitando la coordinación y la creación de una identidad colectiva entre personas que de otro modo permanecerían aisladas.

Como explica Salvador (2013, p. 40), «cuando una causa logra, a través de sus mensajes, inspirar a las personas a formar una comunidad para realizar acciones que la impulsen, se convierte en un movimiento». Las redes sociales son el catalizador de este proceso. Permiten:

  • La rápida difusión de información y convocatorias.
  • La creación de una «inteligencia colectiva» a través de la colaboración y el intercambio de conocimientos.
  • El fortalecimiento de lazos de solidaridad y pertenencia a través de la interacción constante y el reconocimiento mutuo.
  • La articulación de «redes de redes», donde diferentes movimientos y colectivos pueden aliarse en torno a objetivos comunes, como se ha visto en las protestas antiglobalización o en las movilizaciones por la justicia climática.

Movimientos como el del software libre, que reivindica el acceso abierto y colaborativo al conocimiento, son un claro ejemplo de cómo la lógica de la red puede generar formas de organización y cohesión social que desafían el modelo propietario y centralizado del capitalismo (Salvador, 2013, pp. 45-47).

¿Más Democracia Participativa?

La pregunta es si el ciberactivismo conduce a una democracia más participativa. La respuesta es ambivalente. Por un lado, las nuevas tecnologías han abierto canales de participación sin precedentes. El «impulso de la democracia participativa en red» (Sierra-Caballero, 2018, p. 980) ha permitido que más ciudadanos puedan expresar sus opiniones, fiscalizar al poder y proponer iniciativas. Herramientas como las peticiones online, los presupuestos participativos digitales o las plataformas de deliberación ciudadana son ejemplos de este potencial.

Sin embargo, existen críticas y desafíos importantes. El llamado «clicktivismo» plantea la duda de si la participación online se traduce en un compromiso político real y sostenido. Además, la brecha digital y la desigualdad en las competencias tecnológicas pueden crear nuevas formas de exclusión.

Quizás el mayor desafío es la necesidad de ir más allá de una visión instrumental de la tecnología. No se trata solo de si las redes «sirven» para movilizar, sino de cómo la propia «cultura digital» está reconfigurando la política. Esto implica analizar críticamente la economía política de las plataformas, los efectos de los algoritmos y la necesidad de una «apropiación tecnológica» que permita a los ciudadanos no solo usar las herramientas, sino también participar en su diseño y gobernanza.

Los movimientos sociales en la era de internet representan una de las transformaciones más significativas de la política contemporánea. Las redes digitales han proporcionado a la acción colectiva herramientas poderosas para construir un contrapoder comunicativo, desafiar las narrativas dominantes y crear espacios públicos de resistencia y deliberación. Han demostrado ser un catalizador para la cohesión social y la movilización, permitiendo que causas antes marginadas alcancen una visibilidad global.

No obstante, este nuevo escenario no está exento de contradicciones. La lógica comercial de las plataformas, el riesgo de fragmentación social en «burbujas de filtro» y la superficialidad del «clicktivismo» son desafíos que hay que tener en cuenta. La promesa de una democracia más participativa a través del ciberactivismo depende de la capacidad de los ciudadanos para superar una visión puramente instrumental de la tecnología y avanzar hacia una verdadera apropiación crítica y creativa del entorno digital.

El futuro de la democracia en la era de internet no se decidirá por la tecnología en sí, sino por la lucha política sobre su uso, su diseño y su control. La tarea, por tanto, es seguir explorando y construyendo las posibilidades de un espacio público digital que esté verdaderamente al servicio de la autonomía, la justicia y el conocimiento colectivo.


Preguntas Frecuentes (FAQ)

1. ¿Qué es el ciberactivismo?

El ciberactivismo es el uso de las tecnologías de la información y la comunicación, especialmente internet y las redes sociales, para promover causas políticas o sociales. Abarca una amplia gama de actividades, desde la difusión de información y la organización de protestas hasta la desobediencia civil digital y la creación de plataformas de participación ciudadana.

2. ¿Cómo utilizan los movimientos sociales las redes sociales?

Las utilizan para comunicarse internamente, coordinar acciones, difundir sus mensajes a un público amplio, movilizar a sus simpatizantes, presionar a las autoridades y crear una identidad colectiva. Las redes sociales les permiten operar de forma más rápida, económica y descentralizada que a través de los medios tradicionales.

3. ¿Qué es el «Espacio Público Oposicional» (EPO) en el contexto de internet?

Es un concepto que describe cómo los grupos subalternos o críticos utilizan internet para crear sus propios espacios de debate y expresión, al margen de la esfera pública controlada por los medios y las élites políticas. Es un «contrapoder» comunicativo donde se pueden articular narrativas y demandas alternativas.

4. ¿Las redes sociales fomentan la participación o la polarización?

Ambas cosas. Por un lado, facilitan la participación al reducir sus costes y permitir que más gente se involucre. Por otro, los algoritmos y la tendencia de los usuarios a seguir a personas afines pueden crear «cámaras de eco» que refuerzan los prejuicios y aumentan la polarización entre diferentes grupos ideológicos.

5. ¿El «clicktivismo» es una forma real de participación política?

Es un tema de debate. Los críticos argumentan que acciones como dar «me gusta» o firmar una petición online son formas superficiales de participación que no implican un compromiso real. Otros sostienen que, aunque sean de bajo coste, estas acciones son importantes para visibilizar una causa, crear comunidad y pueden ser el primer paso hacia formas de activismo más implicadas.


Referencias

  • Salvador Benítez, J. L. (2013). Movimiento digital en la era internet. En F. Sierra Caballero (Coord.), Ciudadanía, tecnología y cultura: Nodos conceptuales para pensar la nueva mediación digital (pp. 39-62). Gedisa.
  • Sierra-Caballero, F. (2018). Ciberactivismo y movimientos sociales. El espacio público oposicional en la tecnopolítica contemporánea. Revista Latina de Comunicación Social, 73, 980-990.
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Santi Hernandez

Politólogo y divulgador científico. Creador de Política (con)ciencia

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